Acuicultura chilena diversificada y sostenible como prioridad país para el presente y futuro
Dra Doris Soto
Ph.D. en Ecología de UC Davis USA
Centro Interdisciplinario para la Investigación Acuícola (INCAR)
Columna La Tercera
Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), la producción acuícola mundial en 2020 alcanzó 122,6 millones de toneladas superando a la actividad pesquera que alcanzó 90,3 millones de toneladas.
En este contexto, Chile se posiciona entre los diez países con mayor producción acuícola global, con la contribución de dos grupos que alcanzan el 98% de la producción nacional: la salmonicultura de 3 especies exóticas que produjo cerca de 1 millón de toneladas en el 2020 por un valor de 4.400 millones USD y la mitilicultura con una especie nativa, el chorito Mytilus chilensis, que produjo más de 300 mil toneladas por un valor aproximado de 248 millones USD.
Ambos sectores son motores relevantes de desarrollo local y empleo en el sur de Chile, no obstante, existe una fuerte polémica en torno a esta industria, principalmente, liderada por la mala percepción ambiental de la salmonicultura.
Claramente, el desarrollo de la acuicultura debería ser un objetivo prioritario como fuente de alimentos sanos, ambientalmente amigables y que pueden contribuir al desarrollo local y nacional. Es, además, una alternativa relevante considerando la crisis hídrica -nacional y global acelerada por el cambio climático– dado que la maricultura y especialmente aquella de algas y de especies filtradoras que no requieren alimentación como los choritos, hacen escaso uso de este elemento.
La acuicultura es una tremenda oportunidad si se planifica bien y se implementa, considerando en forma equilibrada, los objetivos económicos, sociales y ambientales, con especial énfasis en el desarrollo de mercados y consumo local. Para lograr esto es necesario abordar el desarrollo del sector en forma integral y visionaria a lo largo del país.
Ante estos retos, la Comisión Desafíos del Futuro del Senado convocó a más de 40 científicas, científicos y expertos nacionales a constituir una mesa de trabajo que comenzó a reunirse a finales del 2020 y acordó como objetivo lograr «una acuicultura chilena dinámica, diversificada, innovadora, competitiva y sostenible que contribuya significativamente a la economía local y nacional sustentada por una gobernanza efectiva, y que sea un aporte relevante de alimento saludable para Chile y el mundo».
La mesa no ha terminado aún su trabajo, pero ya se vislumbran algunas recomendaciones relevantes. Un elemento clave es lograr que el país posea una institucionalidad sólida, eficiente y que cuente con los recursos necesarios para promover y potenciar la diversificación acuícola con especies nativas en el largo plazo. Para ello se requiere una política pública y privada, integrada y coordinada, que ponga a la acuicultura sustentable y diversificada como una prioridad país.
El soñado énfasis en el cultivo de especies nativas no puede sostenerse sin financiamiento de investigación de largo plazo. Desafortunadamente, existe el mito de que la acuicultura de especies nativas presenta menores riesgos ambientales y sanitarios que el cultivo de especies exóticas. Pero de las especies nativas sabemos poco y así cualquier cultivo nuevo está expuesto a desarrollar parásitos y enfermedades que desconocemos, en la medida que las densidades productivas lo favorecen. En cambio, el cultivo de especies exóticas como los salmones ha sido apoyado por una gran inversión de investigación en relación con enfermedades, alimentación, genética, etc.
Desde la perspectiva ambiental, el cultivo de especies nativas minimiza el riesgo de introducir una especie exótica. Sin embargo, dado que en general es necesario hacer selección genética para mejor crecimiento y otros fines productivos, el escape de individuos de cultivo puede presentar riesgos genéticos para las poblaciones nativas. Otros problemas ambientales se relacionan con la potencial presión sobre bancos naturales que producen semillas silvestres. Así, para reducir cualquier riesgo ambiental y sanitario en acuicultura de especies nativas, lo primero es tener suficiente conocimiento.
Si bien Chile tiene capacidades de investigación estas no son suficientes y requieren mayores recursos humanos y de financiamiento. Luego es necesario fortalecer capacidades de escalamiento y transferencia, además de potenciar a los pequeños productores, desarrollando los mercados locales en el amplio territorio nacional, y sin olvidar los mercados internacionales. Muchas de estas potenciales barreras ya han sido superadas –en el caso de especies exóticas como es el del cultivo de salmones– pues ya existen los paquetes tecnológicos, los encadenamientos productivos y los mercados. Todo esto hay que construirlo cuando queremos desarrollar una acuicultura diversificada con especies nativas.
No menos importante es la necesidad de proteger el océano con su biodiversidad y sus servicios ecosistémicos, incluyendo su capacidad de soportar y sostener a la acuicultura. Ello requiere sistemas de monitoreo y evaluación permanente de su salud para asegurarnos que no estamos sobrepasando esta capacidad. El enfoque ecosistémico a la acuicultura ofrece una estrategia para asegurar que el sector aborda, equitativamente, los objetivos económicos, sociales, ambientales y de gobernanza en escalas temporales y espaciales explícitas. Su implementación requiere articulación de instituciones y voluntades -desde lo local a lo nacional- que aún no existe. Este es un desafío país, tanto para la acuicultura actual como la del futuro.