Camilo González Ruilova

FASat-Delta, urgencia de inversión en ciencia

FASat-Delta, una señal de la urgencia de la inversión en ciencia de largo plazo

 

Camilo González Ruilova
Ph.D (c) de la Universidad Diego Portales y el Núcleo Milenio YEMS
Colaborador de la Fundación Chilena de Astronomía.

 

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En junio pasado, fue puesto en órbita el satélite de manufactura nacional FASat-Delta. Esto no solo es un hito para la ingeniería y el desarrollo espacial chileno, sino que también una demostración de las capacidades tecnológicas del país. Este satélite es el primero de una seguidilla de nano satélites chilenos que ayudarán, por ejemplo, al desarrollo logístico geográfico de las fuerzas armadas, como también al monitoreo más preciso del clima o fenómenos naturales de gran escala a lo largo del país.

 

FASat-Delta es producto del estudio científico y desarrollo tecnológico llevado a cabo por décadas, en distintos laboratorios de investigación, y con algunos satélites experimentales puestos en órbita previamente, comenzando en 1995 con el recordado FASat-Alfa, y su fallido lanzamiento, dando paso al FASat-Bravo en 1998, que fue el primer satélite chileno en ponerse en órbita de manera exitosa.

 

Durante la cuenta pública de este año, el Presidente de la República, Gabriel Boric, dio a conocer un aumento sustancial del presupuesto para el desarrollo e investigación científica nacional. Es cierto que el financiamiento de las ciencias no ha sido el esperado y, por lo mismo, un aumento de presupuesto es motivo de alegría para todas y todos los que nos dedicamos a la investigación científica. Sin embargo, vale la pena preguntarse si el problema ¿es el poco dinero que se invierte o es la forma en la que lo utilizamos?

 

Chile invierte en ciencia y tecnología alrededor del 0,4% de su Producto Interno Bruto (PIB), mucho más debajo del promedio de los países de la OCDE, que invierten alrededor del 2,3% de su PIB. La idea del presidente Boric es que, de aquí al fin de su mandato, la inversión aumente hasta llegar al 1% del PIB, lo cual sería más del doble de lo actual, pero menos de la mitad de lo que invierten los países con los cuales nos gusta compararnos y a los que vemos como ejemplos en ciertos casos. Entonces, pareciera ser que nuestra principal piedra de tope es el financiamiento, pero también hay que considerar la forma en cómo ocupamos ese dinero.

 

Desde finales del siglo pasado nuestro país se convirtió en un Estado casi completamente subsidiario, coartando la posibilidad de desarrollar políticas a largo plazo, en general, incluyendo el desarrollo científico y tecnológico nacional. Las becas de financiamiento para estudiantes de doctorado o los fondos de investigación, tan populares como necesarios en la esfera académica, son de los subsidios más grandes que entrega el Estado a personas naturales (afiliados a una institución académica o de investigación).

 

La historia nos ha demostrado que la mayoría de los avances o saltos tecnológicos conllevan décadas de estudio y desarrollo, con una inversión de dinero, tiempo y mano de obra constante y, en ocasiones, cada vez mayor. Por esto, surgen cuestionamientos sobre si un aumento en el presupuesto de investigación implica un real desarrollo o solo sirve para poner ladrillos a una casa que nunca concluirá. La ciencia no puede ser vista como un proyecto en el que no vale la pena invertir si es que -al cabo de un par de años- no tiene un producto vendible. Por todo lo anterior, el lanzamiento del FASat-Delta, incluyendo los satélites anteriores y los que vendrán, es un gran ejemplo que se necesita una mirada de largo plazo si queremos tener resultados exitosos y no subsidios que cuenten con pocos años de expiración.

 

Si siguiéramos el ejemplo de los equipos que desarrollan estos nanosatélites, podríamos tener quizás -para la próxima pandemia- una vacuna chilena o tal vez podríamos fabricar nuestros propios cables y dejar de exportar cobre como commodity.

 

Al fin y al cabo, muchos colegas investigadores han demostrado -en distintas áreas- que Chile es una fábrica de mentes brillantes, a los que quizás solo falta darles los recursos y garantías -en el largo plazo- para realizar sus ideas y proyectos. Así que, desde esta plataforma, aprovecho de felicitar al equipo detrás del FASat-Delta por este gran logro, que nos demuestra y motiva a cambiar no solo la forma de ver la ciencia y el desarrollo tecnológico, sino también cómo lo llevamos a cabo para el beneficio del país y sus generaciones futuras.